Al apagarse la última farola, en una noche sin luna, en un día sin suerte, en un mundo sin esperanza.
El siguió caminando transportando su cuerpo inerte, en un día sin corazón, en una noche sin alma.
Así pasó las horas sin vida, sin aliento, sin fe en nada. Hasta llegar a un quimérico rincón, hechicero de sueños y utopías.
Allí vió nacer el sol de la mano del árbol del destino, vió nacer las nubes del tallo de las hojas del futuro.
Allí recobró la suerte, allí regeneró su alma, allí engendró pasiones allí iluminó su mundo, de nuevo.
Allí recobró la fuerza, allí imaginó su venganza, allí labró su futuro… El fin del mundo aguardaba.