Marea Sanadora
Lo primero que ven mis ojos es el todo, un momento de plenitud. Un baile de colores calidos en una zona de sombra.
Son las contradicciones quienes nos impulsan a movernos.
Siento la energía nada más llegar, siento el poder del yodo, la atracción de los mares, los llantos de las rocas ferozmente atacadas por un poder incansable.
El ocle, el alga sanadora, emblema de un agosto alegre, se apodera de mi en todos los sentidos.
Alquimia en mi sangre. Proyección astral que me permite ver arder mi iris, como en el más salvaje de los incendios.
Poso los pies en el disfraz de arena volcánica que representa la piel de la playa, mezclada con los tentáculos de las algas, para ser testigo del desbordamiento del mar cantábrico.
Señales eléctricas que capta mi cabeza me obligan a entender la situación, a encuadrar mi visión del problema. Me veo como una constante dividida entre infinito frente a un espectáculo grandioso, pero en realidad, mi papel es el de una variable elevada a la sexta potencia.
El sexto elemento, el sueño dentro del sueño.
Simbiosis, mezcla entre lo más puro de la vida y lo más milagroso del futuro más inmediato.
¿Conocéis el poder de los habitantes de los fondos marinos? ¿Conocéis a los doctores del futuro de la tierra? ¿Conocéis el fin de las reservas del planeta?
Los conoceréis.
Sigo caminando, soy un fluir de ideas y conceptos que van y vienen con la marea, y, en aquel momento, lo siento.
Alquimia, yo controlo la alquimia, cuando llego la marea huye, la hora del influjo lunar siempre me ha pertenecido. El alga sanadora no quiere más nutrientes, está preparada para actuar, pero me quiere allí presente como testigo.
Guardían de lo sagrado, de la naturaleza, de lo real.
Transfusión de esperanza, en este mundo tan falto de color y de sueños. Solo unos pocos tenemos el poder de estar en contacto con la naturaleza. Ella nos elige, nosotros solo nos dedicamos a protegerla y a honrarla.
Alquimia, el poder que se nos ha concedido.
Miedo, por tal responsabilidad.
Oscuridad, de los tiempos futuros.
Reto, que he aceptado.
La verticalidad de una emoción: AMOR, por quién te proteje sin dudar.